Los que me conocéis, sabéis que creo que las
cosas no ocurren por casualidad, sino son sincronicidades que ocurren en forma
de señales, para que las tengamos en cuenta.
Seguramente, no por casualidad compartí con
vosotros este pequeño fragmento del libro de "La vida te está
esperando" de Javier Iriondo estando en clase.
Quizá estos meses que hemos compartido… como
suelo deciros… no han sido más que un ensayo para lo que nos deparaba la vida.
Siempre os digo que todo lo que ocurre en
nuestra sala, no es más que un entrenamiento.
Que las situaciones más difíciles… nos las
trae la propia vida.
Ahora más que nunca en estos momentos en los
que no puedo estar en contacto con todos vosotros, estas letras os acercan a mí,
os traen a mi corazón y a mi recuerdo.
Sé que esta situación como todo en la vida
también se desvanecerá, que llegarán de nuevo momentos en los que volveremos a
compartir y a estás juntos.
¡No sabéis cuánto deseo que llegue ese
momento!!
Con la esperanza de qué estás letras os hagan
recordar algunas de las lecciones aprendidas, os acerquen a momentos y sensaciones
maravillosas que hemos vivido juntos y de se conviertan en luz que aleje la oscuridad en vuestros
corazones... hoy, os las dejo aquí, en este blog que se
está convirtiendo en una herramienta para comunicarme con vosotros.
Momentos en los que el universo parece conspirar poniéndonos a prueba
"A lo largo de la vida parecen
imprevistas tormentas en forma de problemas, situaciones inesperadas que nos
arrastran de forma desesperada, momentos en los que nuestro mundo se tambalea
por completo y todo parece derrumbarse a nuestro alrededor.
A veces nos acostamos con nuestra vida más o
menos en orden, y de pronto nos levantamos y nuestra existencia aparece
envuelta en el caos.
Son momentos en los que el universo parece
conspirar poniéndonos a prueba, no necesariamente para hacernos sufrir, tal vez
para descubrir nuestras fortalezas, aunque difícilmente seamos capaces de
pensar así en esos momentos.
Son momentos en los que nos invaden las dudas,
en los que la confianza parece saltar por la ventana y nos abandona, en los que
llegamos a perder hasta la esperanza.
Queremos creer, pero la angustia y los miedos nos atenazan.
Todos hemos pasado por situaciones que llegan
a empujarnos al borde de nuestro particular e invisible abismo, un abismo
interior que tal vez otros no pueden ver, atronadores pensamientos que nadie
puede escuchar, pero que sin duda nosotros sentimos y sufrimos en silencio.
La experiencia nos enseña que cada cierto
tiempo, la vida nos enfrenta a esas imprevisibles tormentas sobre las que no
tenemos ningún poder.
En esas circunstancias nuestra realidad puede
cambiar por completo.
Nadie tiene control sobre los acontecimientos
que la vida nos depara, pero si sobre la valentía y la dignidad con la que nos
enfrentamos a nuestro destino.
Inicialmente poco podemos hacer ante esas
circunstancias, apenas podemos escoger cómo sentirnos, porque de forma
automática provocan una serie de inevitables emociones, te pueden ser miedo,
incomprensión, rabia o desesperación.
La responsabilidad de asumir y convertir cada problema en una oportunidad de superarnos y crecer.
Pero, aparte de asumir el poco recomendable papel de víctimas, podemos responsabilizarnos de nuestras reacciones.
Esa es nuestra verdadera responsabilidad y la
capacidad que tenemos a nuestro alcance. La responsabilidad de asumir y convertir cada
problema en una oportunidad de superarnos y crecer.
Esa respuesta es lo que distingue a la persona
madura de la inmadura, la que hace que ante un mismo hecho una persona se
coloque el cartel de víctima de las circunstancias y que otra se levante por
encima de ellas, convirtiendo esa experiencia en una oportunidad de aprendizaje
y superación, porque es ahí donde se esconden las mayores lecciones de vida.
En realidad, lo que nos hace sufrir no es
tanto lo que nos sucede, sino nuestros pensamientos y las interpretaciones
acerca de lo que ocurre, el significado que damos a lo que sucede.
Puede que esa sea una de las grandes lecciones
que debemos aprender en la vida. Esas tormentas de la vida son las que nos
llevan a lugares donde jamás hubiéramos llegado con el mar en calma.
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